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jueves, 30 de mayo de 2013

League of Throwns


Pobre de mí cuando este mediodía, tras llevar casi una semana subyugado al deber académico, pienso “Hoy me lo voy a tomar relajado, me hecho unas partiditas del League of Legends, así me despejo y después estudio mucho mejor”. Y claro, al final pasa lo que pasa, ¿estudiar? ¡Sí, SEGURO!

                                            Sin vicio no hay victoria.



Empiezas despreocupado, seguro de ti mismo, de tu constancia (casi nula, por otra parte) y de tu sentido de la responsabilidad. Es en ese preciso momento cuando juegas una partida con los amigos mientras hablas con ellos por Skype y comentas cada incidente, por trivial que sea, cuando comprendes que el verdadero nombre de este juego debería ser League of Throwns; thrown a los estudios y thrown a tu vida social.

Entonces llega el momento crítico, aquel en el que un valiente de tu grupo de amigos loleros dice “Me piro chavales, que tengo que ponerme a estudiar”. Es en ese preciso instante en que sale a relucir tu madurez y te planteas que quizás la innovadora idea de tu amigo de dejar ese inútil juego para estudiar quizás te sea mínimamente provechosa. Pero amigo, ¡qué iluso eres! Porque el niño que hay en tu interior se mete en tu cerebro a dar guerra y, por imposible que parezca en una situación real, ese pequeño cabroncete le pega la paliza de su vida a tu yo maduro y te auto convences de que por echar unas partidas más no vas a desaprovechar todo el día.

¡ERROR, error mortal! Teniendo en cuenta que la partida más corta dura 20 minutos y que, por regla general, la media es de unos 35 minutos por partida y la improbabilidad de la victoria de la cordura sobre el vicio, acabas desperdiciando toda la tarde y claro, no te vas a poner a estudiar por la noche porque estás agotado.

Si a esto le añades la motivación de la victoria o el pique por haber perdido, apaga y vámonos.


Pues eso, si alguna vez tienen queja de mi rendimiento en grupos de trabajo, laboral, familiar o de mi capacidad de concentración échenle la culpa a League of Legends, que yo ya he tirado todo esto a la basura.

martes, 28 de mayo de 2013

El vicio por el vicio


El mundo del juego virtual. Ese gran culpable de los males de la sociedad que ha corrompido todas las generaciones modernas y las que están por venir. Sí, hablo de ese producto audiovisual e interactivo derrite-neuronas que hace que un adolescente normal desempolve las katanas del armario para hacer jirones a toda su familia o que se aliste al ejército para matar nazis…o lo primero que pille.


                                   El chico de la katana y su "alter ego".


Y es que en los últimos años se ha convertido en costumbre escudarse en los videojuegos sacando propuestas de ley restrictivas para la creación videojueguil, pues es por todos sabido que la culpa de la coyuntura socioeconómica actual se debe a la diabólica influencia que ejercen en los pubescentes.

Para este propósito ya se inventó el sistema de clasificación PEGI que diferencia los juegos según el tramo de edad al que están dirigidos y por el que pueden ser adquiridos. Así que si algo ya funciona, ¿para qué dejarlo así? Es absurdo, ¿no? ¡Qué va hombre! ¿Para qué desperdiciar una cortina de humo tan llamativa, que atemoriza a los padres y por tanto tan eficaz?


Señores, esta estas son las lumbreras que nos guían en la noche oscura de  la crisis, normal que nos demos de chocazos contra un muro constantemente mientras los viejos claman al cielo al grito de “¡esta juventud de hoy en día…!”